Pero hay veces en las que, por alguna razón, nos fijamos de repente en alguien que puede haber estado a nuestro alrededor durante años, pero a quien no le habíamos prestado atención hasta el momento. Y nos preguntamos cómo pudimos haber estado tan ciegos. Pero, de algún modo, lo que nos parecía indiferente será desde ese momento lo que nos dejará sin morir durante 500 noches.
Ni siquiera preguntamos por qué, por qué fijarnos en ese alguien así, de repente. Tal vez sea porque hace mucho tiempo que no entra nadie nuevo en nuestras vidas, o quizás por un encuentro fortuito. Lo que está claro es que es un capricho del destino. Y una vez empezamos, ya no hay vuelta atrás
No hay comentarios:
Publicar un comentario